domingo, 26 de febrero de 2012

Luz.

De repente el ensordecedor sonido de un disparo y siento como me atraviesa por la espalda perdiéndose en mi corazón. Me ahoga. Las piernas me ceden ante el dolor y caigo de rodillas exalando un mudo grito de socorro que será atendido demasiado tarde.
No sé cuanto tiempo paso tumbada en el suelo supurando sangre por la herida que poco a poco va oscureciendo el asfalto allí donde toca con sus soporíferos brazos.
Sin darme cuenta de lo que ocurre a mí alrededor mi mundo se tiñe de una ruidosa sirena de voz naranja. Veo, con los ojos cerrados, gente a mi alrededor que me habla, me toca, rasga mi camisa de una manera íntima y siento nauseas. ¿Todo da vueltas a mi alrededor o acaso no puedo para de bailar? Noto unas manos acariciando mi espalda, la cabeza me queda colgando y veo un monstruo plateado, infinitamente alto, escupiéndome una perniciosa luz que hace de mi algo insignificante, que casi me devuelve a la realidad. Las manos me alzan como sacrificio ante aquel monstruo, en cuanto su luz me toca directamente lo noto todo. La bala en mi corazón, en tiempo perdido, mi semiinconsciencia, el tiempo que ya no tendré, lo dolorosamente en paz que me siento, el miedo que tengo a volverme Luz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario